
Si me amáis, guardad mis mandamientos” Juan 14:15
Este capítulo 14 del Evangelio de Juan, es muy importante para abordar el metodo mas usado por Jesus para enseñar. Nuestro Señor va a decir cosas que llevarán a los discipulos a hacerle preguntas, y los pone a pensar. A veces el mismo Jesus responde, otras les regresa la pregunta a ellos para que recuerden las cosas que les habia dicho. Si leemos la última parte del capítulo 13, veremos que Jesús le esta respondiendo a Pedro una pregunta que este formulo en 13:36. En el verso 14 quienes preguntan son Tomás, Felipe y Judas (no el Iscariote), ellos quieren saber que sucederá con ellos cuando Jesús no este mas.
Estas enseñanzas del capítulo 14 de Juan, tienen lugar en la Última Cena, y él esta con estas palabras preparando a sus discípulos para lo que viene en el futuro cercano. Es por eso que comienza enfatizando en la importancia de la fe de ellos “…creéis en Dios, creed también en mí” y en recordarles las cosas que él les enseño (14: 1-14). Luego de estas palabras, a partir del verso 15 comienza a hablar del amor (14: 15-24). Aquí el Señor va a incluir dos importantes ideas.
En primer lugar, dice, “Si me aman, guarden mis mandamientos, o lo que es lo mismo, el que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama”. En segundo lugar, continua Jesús, “Voy a orar al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre…. No os dejaré huérfanos” (vv. 16, 18).
Esta es la promesa de Jesús de que el Padre enviará el Espíritu Santo, que se convertirá en la presencia de Dios en nosotros, en este mundo. El Espíritu nos recordará las cosas que Jesús enseño a sus discípulos durante su ministerio terrenal, y dirigirá a la Iglesia.
De esta forma se destaca algo muy importante, en nuestro texto central: Jesús vincula el amor y la obediencia. La obediencia es el cumplimiento de la voluntad de la persona que manda, es decir, respetar, acatar y cumplir la voluntad de la autoridad.
Es tentador hablar del amor de Dios, sin mencionar nuestro deber de obedecer a Dios. Por eso Jesús pone estas dos cosas a un mismo nivel en relato.
La Iglesia: un cuerpo donde Cristo es la cabeza (autoridad)
Los creyentes estamos muy familiarizados con la frase “Cuerpo de Cristo” para describir a la Iglesia. Varios pasajes de las sagradas escrituras respaldan este ilustrativo concepto.
Romanos 12: 5 dice: “así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros”. 1 Corintios 12: 12-27, es muy didáctico a la hora de abordar el tema, en el verso 13, por ejemplo, dice: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”. Efesios 3: 6: “que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del Evangelio”.
Después de leer con detenimiento estos pasajes uno puede, efectivamente, concluir que como Iglesia somos un cuerpo, donde cada parte tiene una función determinada. Hay sin embargo partes que son más visibles y pudieran sentirse “afortunadas” por eso, pero I de Corintios dice que todas son igualmente necesarias, para el buen funcionamiento del organismo. En esta nueva “relacion”, ya estan superadas las viejas diferencias culturales, sociales y de género, sino que ahora somos todos uno en aquel que le da sentido y proposito a nuestra existencia.
Por su parte, Colosenses 1:18 narra: “y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia”. Jesucristo es descrito por Pablo como la “cabeza” del cuerpo, que es la Iglesia, mientras que los “miembros” de la Iglesia son vistos como miembros del cuerpo.
Entendemos, por esa alegoría, que los miembros del cuerpo, formado por la generalidad de los creyentes, están sometidos a la autoridad de Cristo. En el cuerpo todos somos útiles y necesarios, aun así un cuerpo pudiera sobrevivir sin una de sus partes, pero nunca sin la cabeza. La Iglesia debe estar sometida a la autoridad de Cristo, Cabeza de la Iglesia.
Esto implica que como creyentes tenemos que honrar esta autoridad, guardando su Palabra, sus mandamientos. Continua diciendo Juan 14, en los versos siguientes: “Le dijo Judas (no el Iscariote): —Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros y no al mundo? Respondió Jesús y le dijo: —El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada con él. El que no me ama no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.” (Juan 14:22-24)